A oídos españoles, el concepto de “arquitectura brutalista” tiene unas connotaciones muy claras. Sin embargo, esta término no hace referencia a las abominaciones erigidas a lo largo de toda la costa del país, sino que tiene su origen en el modernismo y en una buena intención (de esas que pueblan los cementerios). En principio se utilizó para señalar construcciones en las que predominaba el hormigón y a las que se pretendía dotar de un perfil social. Sin embargo, estos buenos propósitos de pragmatismo y uso de materiales baratos, pronto entró en declive y hoy se suele ver el brutalismo como “la arquitectura del totalitarismo” y pocos de sus edificios mantienen la capacidad de admirar.
Cuando un principio se pone por encima de la realidad, al final todo el mundo sale afectado. Por eso nosotros apostamos por una arquitectura humanista, al servicio de las personas. Abundan los ejemplos de diseñadores o arquitectos con una regla mágica que aplican a todos los casos, sin importarles el contexto, y el resultado además de banal suele ser un espacio muerto en la práctica, por muy vivo que pareciera en abstracto. Por suerte también hay muchos otros diseñadores y arquitectos que saben individualizar cada intervención, que no se olvidan de las necesidades y deseos del cliente, que saben que la mejor forma de que todo el mundo acabe satisfecho es saber trabajar en común. Ese también es uno de nuestros principios básicos.
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