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El mito de Pruitt-Igoe

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Los detractores del Movimiento Moderno suelen sacar a colación el caso de las viviendas sociales de Pruitt-Igoe para demostrar sus tesis (algo relacionado con la inhumanidad de este estilo, con su desapego hacia la gente normal, sobre la arquitectura bella pero inútil). Aunque se pudiera echar toda la culpa del fracaso de este complejo de edificios a Minoru Yamasaki, esto solo significaría que un arquitecto modernista había realizado una mala obra, y en ningún caso sería una enmienda a la totalidad. Pero es que incluso esta premisa es falsa. En su excelente documental The Pruitt-Igoe Myth, Chad Freidrichs recoge el testimonio de varios habitantes de estos edificios que solo tienen buenas palabras para lo que consideraban sus hogares. El adjetivo “maravilloso” es el más repetido. Sería más tarde cuando todo empezaría a irse al traste, y ni Yamasaki ni el Modernismo tuvieron la culpa.

Pero las mentes más conservadoras siguen encantadas de que este idealista proyecto acabara en pesadilla, y no dejan que la realidad menoscabe su ideología. De hecho el ataque al Movimiento Moderno es tan endeble que puede pasar a un segundo plano, pero el fiasco de Pruitt-Igoe sigue siendo esgrimido por muchos enemigos de la intervención pública para atacar la financiación pública de políticas de alojamiento. Para ellos que Pruitt-Igoe pasara de ser una imagen de futuro feliz, lleno de comodidades e instalaciones para familias modestas a convertirse en un gueto marginal repleto de violencia, drogas y miseria es la demostración palpable de que el Estado no debe invertir en políticas sociales. Pero para llegar a esta conclusión hay que hacer trampas.

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Porque lo que estos combatientes de lo público no dicen es que después de construir los edificios de Pruitt-Igoe, las autoridades se desentendieron del proyecto. En un proceso perfectamente descrito por Freidrichs, la convivencia se fue haciendo cada vez más difícil, el deterioro insostenible y las condiciones de vida retrocedieron hasta hacerse insufribles. Por supuesto esto no tiene una explicación fácil (ya sea la maldad intrínseca del Movimiento Moderno o la del Gobierno), sino que se añaden factores que van desde la política urbanística hasta el declive económico, pasando por la segregación y el racismo (no es casualidad que todos los inquilinos de Pruitt-Igoe fueran negros).

Con todo, lo más lamentable es que el ejemplo de Pruitt-Igoe parece no haber servido para nada. Los mismos errores se siguen repitiendo sin que tengamos que mirar muy lejos. Pero esto es normal si tenemos en cuenta que muchos críticos y otros tantos políticos y hombres de negocios perpetúan una imagen falsa e interesada de lo que allí pasó. Para ellos no sería ningún problema que volviera a suceder.

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